domingo, 17 de mayo de 2009

El poder absoluto (I)

Bueeeeno... Llevo ya mucho tiempo escribiendo una historieta, de un tipo bastante zumbado. El problema que tengo es que... en fin, no se me ocurre como acabarla de una manera convincente. Sé a dónde quiero llegar, pero no se me ocurre una escena final culmen. Quizá tenga que ver que, como alguna que otra vez, empecé a escribirla cuando estaba moralmente algo hundidete, y una vez sales de ese estado la inspiración creativa se reduce bastante. Estos días he estado pensándolo, y he decidido que voy a acabar ya de una vez con la historia, porque si no puede ser eterno, no escribir absolutamente nada porque tengo este proyecto primero.  He rescatado el final que se me ocurrió más original en su día, y lo voy a poner en práctica de cualquier manera y forma (bueno, tampoco pero casi), a ver qué queda.

Todavía no la he acabado (aunque imagino que mañana o pasado a más tardar sí), pero como me está quedando algo más larga que la otra historieta que escribí (esta tendrá unas 2500 palabras, y hoy os cuelgo 1500 (aprox. 10 minutos a ritmo normal/lento)), pues os pongo la primera parte de la historia, en breves tendréis la segunda. A ver qué os parece... todavía no ha llegado el final que la estropea (al menos, a mi modo de ver) en esto que os cuelgo, pero ya veréis como comienza bien y va decayendo creo yo y ya os digo que no se me ocurre como hacer una escena culmen a la medida, ya lo veréis cuando cuelgue el final. Y la historia esta la quiero acabar ya, para escribir alguna otra cosa. Salud, amables lectores. A ver qué decís.

Por cierto, NI DE COÑA os esperéis una historia como la otra que escribí en su día en plan bien. Aquella me encanta, me parece preciosa... Además, transmitía un mensaje. Esta historia no le esperéis mensajes ni puñetas, a mí no me está gustando como está quedando... y eso que comienza bien. Por cierto, si a alguno os hace ilusión leer "Sólo lo que conocemos", podéis hacerlo pinchando aquí

----------------------------------------------

Una mueca confiada asoma en mi rostro, mientras aparto a una transeúnte de mi paso. Es una sensación… hum… ¿cómo describirla? El término más apropiado quizá sea “superioridad”.


EL PODER ABSOLUTO


Contemplar ese continuo ir y venir de personas, sus pieles blandas y calientes, es algo que me turba y excita de forma fascinante. Saber que soy distinto a ellos, que con una simple acción puedo variar radicalmente sus vidas, o sus ya-no-vidas, según cómo lo quiera ver, je. No noto cómo respiran, pero sé que lo hacen… no sé qué sienten, pero conozco indubitablemente que sus mentes son tan complejas como la mía. Pero yo tengo un poder que ellos no tienen y que aquí, en la calle, nadie puede impedirme usar. ¿Quizá los que vayan en grupo? No, no, esa sensación de seguridad es carente de fundamento, sólo he de reiterar más veces el proceso. ¿Puede que desconocidos que actuasen contra mí? La sociedad hoy en día es demasiado egoísta para ello, ya no hay héroes. Están solos, sólo ellos y yo. Y mi bolsillo. La pistola de mi bolsillo.


Siento como si yo fuese el Fin, la señora de la guadaña, el segador de vidas. Resulta irónico que, embebido como voy en mi abrigo de terciopelo negro, sea capaz de visualizarme como si fuera tales erradicadores de vida, con la llave que abre el paso al más allá firmemente prieta en mi mano. Soy como ellos. Puedo ver el fino hilo que es cada una de esas vidas. Lo percibo más intensamente que nadie a mi alrededor, mucho más fino de lo que piensan, no son conscientes… Cada uno residiendo sórdidamente en su rimbombante cotidianeidad, refugiados de cualquier interrupción que dé emoción a sus vidas… ¿Son libres? ¡No! ¡No lo son! Pero voy a liberarles, mi mano ejecutora no será menos letal que los señores de la muerte. Tengo el poder.


¿Con quién debería comenzar mi reinado? Me golpeo con el hombro de un señor de voluptuoso bigote y humeante pipa, sombrero y regia bufanda, elegante abrigo; con un porte que indica claramente que es miembro de la supuesta clase alta. No me mira, no hace el más mínimo gesto por disculparse… ¿debería ser con él con quien actuase por primera vez mi mano, esta mano de dios? No, no merece la pena… su vida es vulgar, el recrearse en la abundancia sólo es miedo a disfrutar los verdaderos placeres de ésta. Oh… pero quizá ella sí. Ella, abriéndome sin quererlo el camino, en plena flor de la infancia… ¡cuán cruel es arrebatar la savia de este capullo antes de que abra y muestre su belleza al mundo! Pero, ¿no es acaso la vida cruel? ¿Merece la pena percibir tal cual es este mundo decrépito y marginal? ¿Debo permitir que sea consciente del dolor y el sufrimiento? Sé que no. Sé que la felicidad reside en la ignorancia… Es definitivo, esta niña de afiladas coletas e inconscientes ojos azules debe desaparecer tal y como es hoy.


Me gusta la sensación que uno siente cuando rasca algo metálico. Acaricio mi arma, un pequeño cañón que sólo muestra su verdadero tamaño a la hora de la verdad, y siento un extraño placer al saber que soy yo quien lo domina. Sumido en mi entusiasta recreación, la tomo por la fría empuñadura, introduzco el dedo en el gatillo y la oculto tras el abrigo, fuera ya de la caverna donde la ocultaba. Llevo la otra mano al extremo superior de la robusta estructura, y cargo. Sonrío. Está allí, con su mamita querida, tan pequeña y vulnerable… tan feliz…


- ¡Hey Marc! ¿Qué tal estás?


¡Pero será…! ¿¡Cómo se atreve!? Ese bramar femenino… Dios mío, es que le trituraría la cara, pero debo ocultar presto mi desgarradora, que la muy impertinente se me acerca rápido. Sus dorados cabellos se agolpan de forma desordenada, azotados por el gélido viento que sopla en la calle. Corriendo, llega hasta aquí… oh no, ¡oh no!, ¡es que encima se me abalanza! Cuida con el bolsillo Marc, cuida con el bolsillo y guarda las formas. La abrazo con fuerza, ella a mí, mientras intercambiamos los irreales besos de rigor.


- Muy bien Clara, aquí, paseando un ratito… tomando el aire… esas cosas, ya sabes. ¿Y tú qué haces por aquí?


- De camino a casa de la Natalia, que hemos quedado ahora enseguida.


- ¿Sí? ¿Te acompaño y charlamos un rato? ¡Que hace mucho que no nos vemos!


Sí sí, tú asiente, que ya verás la charla que vamos a tener tú y yo. ¡Lo que voy a disfrutar! Y es que resulta todavía más emocionante y turbador el cariz de película que está tomando mi destino: antes de actuar, puedo jugar con los últimos minutos, transformarme en el auténtico director que conduzca al definitivo puerto este camino, puedo convertirme en el subjetivo juez que es auténticamente capaz de ejecutar la sentencia con total justicia. Es genial. Me resulta irónico que tantas y tantas veces, los refrancillos y dichos populares estén tan soberanamente equivocados: la venganza no tiene por qué ser un plato que se sirva frío. Para ejemplo, el que voy a ver… bueno, a hacer, ahora mismo. ¿Cómo podría ser? ¿Otro estúpido beso, el de despedida, dejará descubierto su cuello? Hum, demasiado breve… extremadamente sutil. Ella no sería consciente del veredicto. ¿Quizá forzándola a entrar en mi piso, en lugar del de Natalia? Ahí podría proseguir con el culmen de mi represalia, el fin de este estorbo. No tendría que ser muy difícil, mi piso está justo junto al de su destino. Je. Me parece que ya he tomado una decisión. Tú te vienes conmigo, Clarita.


- … el viaje fue genial, ya te digo que tienes que ver cómo son las vistas desde el balcón que hay sobre Iguazú. Buf, es que fue impresionante. Tendrías que ver las fotos, son todas una chulada. ¿No has hecho tú nada especial estos días?


- Oh mira, pues ayer encontré por la calle una cosa que quiero hacer servir. Promete ser una experiencia asombrosa.


- ¿El qué, el qué?


- ¿Quieres verlo? Bueno, si es que ahora no tengo nada que hacer… si te quieres meter un momento en casa, lo montamos. Así lo vemos los dos.


- ¿Pero qué es?


- Una cosa muy especial. Lo que no sé es si a ti te va a gustar o no, pero a mí personalmente me promete ser una experiencia sencillamente alucinante. ¿Te subes o no? Porque lo que es llegar, ya hemos llegado a casa.


Ya eres mía. Sólo esta puerta ya abierta, dos pisos de escaleras y otro cerrojo se interponen en el vernos bajo una atmósfera menos ñoña que esta asfixiante botaratez que acompaña a la conversación. Necesito sentirte, amiga mía… sigues ahí, en el bolsillo. Impertérrita como siempre, aguardando la hora en que ambos nos presentemos en sociedad ante la calamidad y como solución a ella. Tranquila, ya queda poco. Cómo me place sentirte cerca, cuánto necesito la paz que tú me transmites, esa sensación de actuar por el bien universal. Aunque yo tiemble de nervios ante lo que se avecina, tú estás ahí, helada y expectante, y aun frente a tu impasibilidad eres muy consciente de lo que te rodea.

- ¡Hola Clara! ¡Hola Marc! ¿Qué tal estás? Entra Clara entra, que ahora voy


- ¡Hola Nati! Oye, que iba un momento a enseñarme este no sé qué cosa, ¿te importa? Es más, ¿te quieres venir? Vaya… puede, ¿no?


¿Cómo puede ser? Madre mía, impertinente, ¡y encima tiene una jeta que no se sostiene por si sola! ¿Pero se puede saber por qué me pasa a mí esto? Anda que también, estar Natalia sacando la basura a estas horas de la tarde, como poco es poca y mala fortuna. Lo que tengo muy claro es que estas dos no entran juntas en mi casa ni desnudas. Tengo que improvisar, rápido. Algo en mi bolsillo se mueve… el teléfono.


- ¿Sí? ¡Hoooola Quim! ¿Qué tal estás? … ¿Qué si estoy donde? En casa, evidentemente… ¿Que si no me acuerdo de…? ¡Ostras! ¡Que habíamos quedado! Pues súbete a casa, súbete. Te espero – la voz al otro lado del auricular cesa, y repetidos pitidos me indican el final de la llamada – Perdonadme chicas, pero resulta que Quim y yo teníamos que montar una cosilla, así que ahora no podrá ser.


 Parece que, por una vez, la suerte se ha aliado conmigo, y mi buen amigo Joaquim ha llamado al móvil en el momento más apropiado. Bueno parejita, me parece que sintiéndolo mucho os voy a tener que despedir. Qué pena… Joder, y es que además de veras lo siento… pero por ti, mi alma. No es justo, y dudo que sea cómodo, que estés todo el rato aprisionada contra mi torso, agazapada en el bolsillo. Los nuevos besos de despedida dejan al descubierto el cuello de Clara, que no hace si no mostrarme que quizá haya errado en mi elección. No es justo. Abro la puerta, entro en mi destartalado piso, lo recorro raudo atravesando los pasillos estrepitosamente y con fuerza me arrojo sobre mi cama, que bota ante mi impacto.


No, no, no. ¡Es que no es justo, leñe! ¿Por qué me impiden colaborar en la creación de un mundo mejor? ¿Por qué…? Dos intentos, y ambos se han ido veloz y directamente al garete. Narices, eso es lo que manda. Pero bueno… el tiempo pasado ya pasó, el futuro lo elegiré yo… y sólo con lo que moldee desde este presente. ¿Qué presente? El de Quim. El mío. Y el tuyo, pistola, que ahora habrá de llegar. Tengo poco rato para pensar cómo podría usarte de manera realmente alucinante, para demostrar que soy quien soy de una manera… elegante. Ése sería el término, sí. Creo que lo más adecuado será hacer lo que iba a hacer con Clara: seguir el surco de la corriente, permitir que todo fluya como si ningún excepcional acontecimiento fuese a tener lugar, y llegado el momento clave mostrar la falsedad de ese enunciado. Puede que sea reiterativo, pero es sutil. Y me gusta.


Suena el timbre.  

7 comentarios:

Rubén dijo...

Cuando lea la segunda parte podré opinar.

Lorena dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
sonia dijo...

guau!! tiene muyy buena pinta, intrigante..

Fenris dijo...

Increíble; se te da bien esto de la narración xD
A ver cómo sigue, ¡un saludo!

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.