Cuando le veo, no hago si no apoyar los brazos sobre los asientos del autobús, y sumirme en mis propios pensamientos, mezcla de rencor y justificación. Me siento, mirando a través de la ventanilla, y cavilo acerca de temas que no importan, esperando el ruido que proclame el arranque del autocar.
Ya he avanzado un par de semáforos, y mis divagaciones se ciernen ahora sobre la universidad y lo desencantado que me tiene, un verano de esfuerzos que aún no sé si serán en vano... unas reflexiones acerca de cómo afrontaré el nuevo curso. Y de nuevo, así como las lavadoras giran sobre sí mismas, yo también vuelvo a mi punto de partida filosófico. Es entonces cuando siento la llamada al teléfono, y contesto, extrañado
- ¿Sí?
- Hola, ¿dónde estás?
- En el autobús, camino de casa ya. Me he ido a la universidad, a mirar a qué horas tenía los exámenes la semana que viene.
- Ah es cierto, ya no me acordaba. Bueno, que sepas que el yayo se ha muerto
- ¿Qué?
- Eso, que el yayo se ha muerto
- ¿De qué?
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Cuando la conversación termina, no puedo si no apoyar la cabeza en la ventanilla, con la mirada perdida en no sé muy bien dónde. Y es en estos primeros instantes de conmoción, cuando comienzas a pensar en él. Lo primero que recuerdo es cómo era cuando yo era pequeñito, incluso me viene a mente una foto en donde él y mi yaya me miraban sonrientes, mientras yo iba disfrazado de baturrico. Entonces, es cuando me vienen a mente los últimos años... su manera de actuar, sus pocas ganas de vivir... sumido en mi reflexión, concluyo que pese a que me metiera mucho con él por su manera de actuar en los últimos tiempos, esa carencia de ganas para hacer nada que hacen que muchas veces con él no lo haya tratado justamente... y es que, a mi modo de ver, una persona que no vive con alegría y felizmente, no me granjea ningún respeto... pese a todo, es mi abuelo... era... y bueno, unas tenues lágrimas asoman por mis ojos. Puede que no hablase bien de él, que mis comentarios y percepciones acerca suyo no fueran si no crueles... pero pensándolo, sabes que es así porque quieres que vuelva a ser como era, porque sabes que podía ser mejor, porque... le querías.
Me llevo la mano a la cara, y pienso en mi familia. ¿Cómo se lo habrá tomado mi padre, mi tío? ¿Cómo estarán a partir de ahora? Imagino que será muy duro para ellos... así, de repente... En cierta manera, y aunque sea triste, también me alegro. Al fin y al cabo, las preocupaciones y mareos que les traía mi abuelo, que además no demostraba prácticamente alegría alguna, pasarán con el tiempo. Incluso mi pensamiento tiende a desviarse por el ahora tortuoso sendero económico familiar... pero no me permito ir más allá, vuelvo a pensar en mi yayo.
En los momentos en los que he podido conocerle más a fondo. En sus sonrisas que pueda recordar. En las situaciones entrañables de mi vida en las que él estaba presente. Intento recordar las fotos de los álbumes que pueblan el despacho de mi casa en las que él aparece, con ese aire de señorío que se le otorga. En lo que realmente me preocupaba por él últimamente, aunque yo pareciese insensible a los ojos de la gente. En cómo le traté la última vez que le ví. Vuelven a asomar en mí unas lágrimas, no sé si la joven que se sienta a mi lado en el autobús me mira o no... Pero también sonrío, pensando en aquellos instantes que, aunque ya pasados, forman parte de mí, de mi vida... Sus extrañas manías, su pensamiento poco acorde con el mío, los días comiendo con él en el restaurante, cómo me venía a buscar al cole de pequeñajo... muchas cosas. Tantas he recordado, que ocuparían mucho más de lo que os estoy dando a leer, mera guía de mi mente, superficie de su contenido...
Se ha ido... es en estos instantes, cuando uno más quiere creer en la existencia del Cielo. Realmente, no sé si existirá o no, pero hay una cosa más importante que eso: lo recordaré, aprenderé de sus errores y rememoraré sus anécdotas, sus situaciones conmigo. Era mi abuelo, alguien especial para mí, y con eso me basta.
El autobús abre sus puertas, sigo con mi confusa danza entre el estruendo de la calle, rumbo a mi casa... Aún sigo sin saber qué pensar...