domingo, 2 de enero de 2011

Balada de cumpleaños

¡Feliz año a todos! Abandono momentáneamente mi aislamiento del mundo, y os pongo el relato que me dió por escribir ayer por la noche, en un status de inspiración momentánea ^^
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BALADA de CUMPLEAÑOS

Corrientes aguas, puras, cristalinas,
árboles que os estáis mirando en ellas,
verde prado, de fresca sombra lleno,
aves que aquí sembráis vuestras querellas,
hiedra que por los árboles caminas,
torciendo el paso por su verde seno:
yo me vi tan ajeno
del grave mal que siento,
que de puro contento
con vuestra soledad me recreaba,
donde con…

Era… poesía. Todo, no sólo los versos: el momento, el ambiente. Tu voz, que llenaba mis oídos, sonaba como la más perfecta de las melodías. Respiré hondo mientras te oía recitar, gozando del momento. Te miré, no me avergüenza decir que recorrí tu cuerpo de arriba abajo mientras tú seguías recitando, porque eres preciosa, en toda la inmensidad de la palabra. Aquella fue la primera vez que te ví.

Y no sólo eras preciosa.  Eras encantadora, inteligente, siempre conseguíamos reírnos los dos. Hablábamos de lo que fuera. Añoro esas tardes en que yo escribía, mientras tú tocabas el piano, cantabas con el alma. Amaba tu voz. Siempre quería oírte, odiaba las conversaciones en que te quedabas callada, mirándome. Éramos grandes amigos, lo compartíamos todo. Y así, fue poco a poco como fui enamorándome de ti. Creo que a ti te pasó lo mismo.

Recuerdo el día que, haciendo acopio de todo mi valor, me atreví a declararme; la nota que te dejé en el buzón, de la que puedo recitar todas y cada una de sus palabras. No era poesía, eso lo es tu voz, pero creo que también tenía encanto: “Esta mañana ,al despertarme, he escuchado una dulce voz. Al principio no sabía de dónde venía, pero, al escuchar con atención, me di cuenta que procedía de dentro de mi corazón. ¿Sabes qué decía? Me decía: hoy es el día que cumple años alguien que llevo muy dentro de mí” 

Estuve esperando en tu portal tres horas, ¡tres horas! , hasta que volviste y abriste el buzón. Así como nunca olvidaré la cara con la que abriste el sobre y leíste el papel, también recordaré siempre tu felicidad cuando levantaste la mirada, aparecí frente a ti y te dije “Así que felicidades. Te quiero”

¿Y qué dices de nuestro primer beso? Fue… No puedo olvidar  tus ojos en ese instante. Ni la ternura de tus labios, cómo dejaste caer tu cuerpo sobre el mío. La sonrisa de chiquilla que me brindaste cuando separamos nuestras bocas. Cómo me acariciaste, mientras yo te sujetaba. Cómo volé por las nubes durante aquellos segundos. El recuerdo permanece ahí, tan vívido…

Nuestra primera discusión, cuando compré la pizza que me dio la real gana, y luego tus manías con los ingredientes que sabes que  a mí no me gustan (sí, y yo con los tuyos, pero esto no pretende ser un relato objetivo, mi amor). Rememora nuestro primer viaje. Y el segundo, París... O cuando te quedaste afónica, ¡cuánto me reía de ti! Pero y aún así, tu voz seguía siendo celestial para mí.

Era la magia del día a día, nuestra siempre divertida rutina. Era… era increíble. Ahora cierro los ojos, y no me vienen si no escenas y escenas que hemos compartido.

Y llegó el momento en que nos embarcamos en una aventura, la mayor a la que podíamos optar los dos juntos. Nos arruinamos, los dos sabemos qué pasó, me ahorraré los detalles escabrosos. Aguantamos como pudimos. Fue entonces cuando vendimos tantas pizzas que no volvimos a discutir nunca sobre ellas. Y entonces un día llegó, la oportunidad de nuestras vidas: Uno a New York, otro a Amsterdam. Lejos de nuestra ciudad , y, lo que era peor: lejos de ti. Pero debíamos ir. Cuán dolorosa fue la conversación en la que lo decidimos. Horrible.

Peor aún fue despedirme de ti. En el aeropuerto, en aquel sórdido ambiente. Cientos de personas esperando a que amainara el temporal. Prolongando nuestra espera, aterradoramente eterna. Con la angustia de no saber cuándo podría volver a verte.  Voces y gritos, de aquí para allá, el ambiente era puro nervio. Y entonces cantaste, fue… dios, no puedo olvidarlo. Cómo la gente empezó a rodearnos, y cómo poco a poco comenzaron a seguirte, todos a una. Fue increíble, maravilloso. No logro comprender cómo contuve las lágrimas, si ahora que lo estoy escribiendo estoy llorando a borbotones .Pero finalmente, tenía que pasar, te llamaron para partir. Tras la despedida, tras el último abrazo, el último beso, tus últimas palabras, me quedé ahí de pie un buen rato. Mucho rato. Con una cara de tonto que no consigo imaginarme. Tendrías que haberme visto, seguro que te hubieras reído.

Te echo de menos. Quiero volver a acariciarte, a abrazarte, a oírte, a besarte. Lo quiero todo: y es que te quiero a ti. Te amo. Y no puedo estar contigo, escuchar esa voz que me conquistó. Cada vez que pienso que  no puedo abrazarte sólo por culpa del dinero… de la maldita deuda… del absurdo precio de los aviones… de lo tontos que fuimos nosotros mismos. Cada vez que lo pienso, es como si una saeta se clavara en lo más hondo de mi corazón.

Y es que desde que llegué a Amsterdam, me siento sumido en la más completa soledad. Nostalgia. También aquí he hecho amistades, y son geniales sí, pero… cada vez que veo una pizza, no puedo si no pensar en ti, en tu exquisito mal gusto. Cada vez que oigo un piano, mi mente se pierde, confundida en una maraña de sentimientos que no puedo describir. Es oír cantar a cualquier chica de voz suave, y ponerme a escucharla completamente embobado. Me falta alguien, lo sabes. ¿Te he dicho ya que te añoro?

 Pero, esta mañana, al despertarme, he escuchado una dulce voz. Sabía de dónde venía, venía de lo más hondo de mi corazón. Y decía, ¡me decía!: hoy es el día que cumple años alguien que llevo muy dentro de mí.


Ella estaba llorando, llevaba llorando desde que comenzó a leer la carta. La bajó, lentamente, y miró unos pocos metros más allá, inundada en lágrimas.

- Así que felicidades. Te quiero.